A VUELTAS CON LOS MALOS HUMOS



En nuestra cultura, suele ser práctica común popularizar una solución o un avance tecnológico para luego llevarse las manos a la cabeza cuando se encuentran más efectos secundarios indeseables que sobres abultados en la calle Génova. Es lo que nos lleva pasando de un tiempo a esta parte con el diésel.

Hace algunos años la OMS situó a los humos del diésel a la altura de los rayos UVA, estableciendo claramente su poder cancerígeno. Desde entonces las investigaciones en torno a sus emisiones no han cesado, extrayendo de ellas conclusiones cada vez más alarmantes. Ya se ha relacionado directamente  al motor diésel con diversos cánceres, alergias y asma, problemas coronarios… Hasta se le ha puesto cifra: unas 400.000 muertes prematuras anuales relacionadas con los humos.

Los resultados de la última investigación de la Universidad de Los Angeles (UCLA) no son más halagüeños al descubrir como el producto de quemar diésel transforma el colesterol que conocemos como bueno (HDL) en colesterol malo (LDL) y lo que es peor, los ratones que sufrieron el experimento no reestablecieron los niveles adecuados de estas lipoproteínas al ser devueltos a un ambiente sano, siendo permanente el daño en arterias, hígado y corazón.

Ahora es cuando yo digo que, del total de matriculaciones de vehículos en nuestro país, en torno al 70% corresponden a coches diésel. ¿Sigues queriendo abrir la ventana y “ventilar” la casa?

Japón: los más listos de la clase

Bueno, Japón y Estados Unidos, aunque lo de estos últimos tiene menos mérito al obedecer casi exclusivamente a razones económicas. Allí, en el país del arroz, el sushi y los insectos, apenas matriculan un 1% de vehículos diésel. Allí el tema medioambiental no les importa tres pimientos porque son unos 130 millones de personas en un país que cabría casi dos veces en el área de España. Los efectos de liarla allí se notan más y más rápidamente que aquí.


No es que sean más listos que nadie, pero sí más sabios porque han sabido rectificar: en los 80 la mayor fiabilidad y economía del diésel se iba imponiendo a la gasolina hasta que en la década posterior, dada la contaminación de las zonas más pobladas, decidieron reconducir la situación con campañas en contra del diésel. El resultado tuvo éxito a largo plazo  -término desconocido para nuestros políticos-  y la matriculación de turismos nuevos diésel anda por el 0,2%, incluso hubo un año en el que no se vendió ni uno solo.

Sólo así se entiende que estén tan contentos porque se vuelve a ver el monte Fuji desde la ciudad de Tokyo. Allí respiran un aire que desde hace años se ajusta a los estándares internacionales.

Cómo revertir la situación

Es relativamente fácil, pero no va a funcionar de hoy para mañana. Ir eliminando la subvención del combustible diésel e ir poniéndoselo a la gasolina o al gas, colaboración con las marcas, enseñar a la gente que el diésel está muy bien para los camiones pero no para cruzar Coslada o diversas campañas de sensibilización pueden servir para empezar.


Continuar con más ayudas a los eléctricos especialmente en las ciudades  -no sólo económicas, sino con infraestructuras y medios-  , impulsar el GLP o cortarle las alas a esos enormes barcos que generan ingentes cantidades de polución al quemar ese infame subproducto del crudo. Todas estas medidas, implantadas con sensatez, inteligencia y sin pretender resultados inmediatos no tienen por qué suponer un perjuicio económico relevante para el ciudadano.

Claro que, si estas medidas no nos convencen o afectan a intereses poderosos, podemos tener un aire muy limpio haciendo como el ayuntamiento de Madrid: se colocan las estaciones de medición en las afueras, bien lejos de la ciudad, y a vivir tranquilos y sanos, al menos mientras la gente no empiece a vomitar pulmones por la calle. Hace falta ser imbécil e irresponsable.

Soluciones aparte, no penséis que soy un talibán de la gasolina, aunque cada vez me sea menos simpático el característico traqueteo de un TDI, dCi o JTD, sé que estos tienen su mercado: transportes, kilometrajes altos o vehículos muy concretos como algunos todo terreno, pero para el usuario medio, creo que sería conveniente ir quitándose la idea paulatinamente. 
Y que conste que yo también he escuchado cantos de sirena  conduciendo coches como el BMW 320d coupé o el C4 HDI de 150 CV, motores que por unas cosas o por otras son realmente satisfactorios y a los que se les puede "apretar" mucho manteniendo unos consumos fantásticos pero... ¿a qué precio? Pues volvemos a la cuestión del largo plazo: será barato para hoy, pero quizá inasumible mañana.

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