PRUEBA: SKODA ROOMSTER 1.4 MPI


Fiel a esa absurda manía de escribir sobre cualquier artilugio con cuatro ruedas y volante, hoy le ha tocado el turno al Skoda Roomster. La excusa fue un viaje con tres amigos por Polonia y República Checa en el cual recorrimos algo más de mil kilómetros. Fue un Roomster como pudo haber sido un Fabia, pero la fortuna  -y digo fortuna muy a propósito-  quiso que no quedaran los coches habituales y tuviéramos que viajar en uno al que cogimos cariño no solo por el viaje en sí, sino por lo buen compañero que fue durante todo el trayecto.

Reconoceré que la primera impresión no fue demasiado buena: por las pintas que tenía, lo que nos dejaron no fue un coche de alquiler sino uno de gerencia, bastante hecho polvo al menos en apariencia. Nuestro Roomster aguardaba sin tapacubos, bastante sucio y con una terrible pinta de furgoneta de reparto, lo que provocó un par de comentarios no demasiado halagadores. Sin embargo este curioso Skoda pronto nos daría en las narices con un par de argumentos contundentes.

Empezando por lo básico, el Skoda Roomster se trata de una suerte de monovolumen  -aunque no lo pareza-  montado sobre la plataforma PQ35 del grupo Volkswagen con modificaciones. Tiene elementos del Fabia de segunda generación y también del primer Octavia. Mide 4,2 metros, por lo que hablamos de un tamaño más cercano al de un compacto tipo Golf o C4 que de un segmento B como el Polo o el Fiesta.


Por fuera, sobre todo en nuestra unidad  -cuya configuración es probablemente la menos agraciada que puede adquirirse-  uno se encuentra ante un coche extraño: da la impresión de que en Kvasini, la ciudad checa donde se monta, juntaron un día la primera mitad de un Fabia con la segunda mitad de una furgoneta y les gustó el resultado. Debe ser por eso que la zona del pilar B se ve un pelín extraña, como si algo no estuviese en su sitio. Por tamaño, el Roomster es algo más pequeño que una Peugeot Partner.

En el frontal se identifica enseguida el lenguaje de diseño de Skoda  -el anterior, se entiende-  , con esos grandes y ovalados faros, los nervios frontales que tienen su continuidad en el capó o los pilares en color negro que vemos en el anterior Fabia. En la vista lateral llama la atención la gran superficie acristalada de la parte trasera, que contrasta con una ventanilla delantera de medidas más contenidas. Por lo demás, ni nervios marcados ni líneas bien definidas de esas que tan de moda están. Sencillez ante todo.

No os dejéis engañar por nuestro Roomster: con cuatro cosillas puede lucir así de bien

Vista desde detrás casi podría confundirse con una furgoneta comercial. En vez de dos puertas, el Roomster tiene un portón que se abre verticalmente, con una gran luneta que no es abatible.


Un interior que sorprende

Ya con los papeles en mano, todo firmado y pagado, nos dirigimos hacia el Roomster. Como no podía ser de otra manera, conduzco yo, y supero la primera prueba de fuego cuando, al abrir la puerta, la esquina de esta me pasa la cara rozando. Si os fijáis en alguna foto, veréis que su diseño en forma de pico puede dar un susto incluso al más cauto  -no es mi caso-  , queda hecha la advertencia.


El interior en dos tonos: mucho más aparente y sobre todo limpio que el de nuestra unidad


















Si uno ha montado con anterioridad en un Fabia, todo le resultará muy familiar. Como es perfectamente esperable por su precio, dentro abunda el plástico duro a excepción del panel superior y la tapa de la guantera superior. No obstante la impresión general es buena y los ajustes son destacables. Si se elige la configuración interior en dos tonos  -mitad superior en negro, mitad inferior en beige-  la apariencia mejora notablemente. Tiene alguna pega por ahí, como las ruletas de la climatización que no tienen el mejor tacto o las tapas de las guanteras, que podrían encajar en su hueco con mayor precisión. Recuerdo que con toda seguridad era un coche bastante maltratado y esto puede haber provocado la aparición de algún achaque o desajuste que quizá no sea extrapolable a otros casos. Pese a ello, no escuché ni un solo grillo o ruido molesto en todo el viaje.

En general hay mucho más espacio de lo que uno se puede imaginar desde fuera, aunque desde las plazas delanteras no parezca más grande que un Fabia salvo en distancia libre al techo. De hecho, a excepción del brillante –y feo-  Fiat Multipla, que ya no se fabrica, no creo que haya otro coche con tan buena relación tamaño/espacio interior. A esa sensación de espacio ayuda muchísimo la gran cantidad de luz que entra por las ventanas y la altura, que hacen del habitáculo un buen sitio en el que hacer kilómetros.

Las peleas por ir de copiloto cesaron rápidamente cuando comprobamos la modularidad de los asientos traseros: son individuales y como tales pueden abatirse de cualquier manera posible para configurar el habitáculo según las necesidades. Pueden además moverse longitudinalmente unos cuantos centímetros, ganando espacio para las piernas  -que en el peor de los casos ya es bueno-  o maletero y los respaldos pueden reclinarse unos 15 o 20 grados, como en un autobús. Incluso es posible retirar el asiento central y separar dos asientos restantes de las puertas, pudiendo viajar como un señor. Huelga decir cuál fue la configuración escogida por mis dos colegas que fueron detrás: banquetas lo más atrás posible, asiento central plegado en forma de mesita y respaldos reclinados. Menudo viaje se pegaron ahí esos dos...
El maletero con dos maletas "tamaño Ryanair" y dos mochilas. Diría que, apilándolas, caben ocho o nueve maletas
























El único aspecto negativo y a la vez previsible es el asiento central, que es notablemente más incómodo y estrecho que los otros, porque hasta de maletero va bien servido: en el peor de los casos, es decir, con la banqueta trasera desplazada hacia atrás, son 450 litros, más de lo que nos encontramos en un buen compacto. Si corremos hacia delante los asientos, pasamos a tener nada menos que 530 litros. Ojo, que estamos hablando de cifras propias de Audi A6. La boca de carga es de lo más práctico que te puedes echar a la cara, porque está muy baja y es todo lo grande que puede ser. El único problema que tiene el portón es que para abrirse necesita un poco de espacio hacia atrás, de manera que si tu amigo de turno lo aparca pegado a una farola  -¿verdad, Daniel?-  no se puede acceder al equipaje. Quitando ese pequeño detalle, es el maletero perfecto.

Otros aspectos positivos que algunos podrían valorar es la visibilidad, muy buena en todas direcciones por culpa de su diseño  -claro ejemplo en el que la función se impone a la forma-  o los numerosos y amplios huecos portaobjetos: en las puertas delanteras, en la consola central, en la guantera doble… cuenta incluso con un portagafas en el techo y solo se podría echar en falta algún hueco en las puertas traseras.
En la segunda parte nos pondremos ya en marcha, donde ya adelanto que el Roomster se portó muy bien en las carreteras polacas.

Momentos antes de partir. La vergonzosa imitación de los chicos de Fuelwasters se compensa con el hecho de taparnos con frutas bastante afeminadas



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