EL NIÑO DEL TRICICLO


Estos días de atrás, y como tantas veces ocurre, quien menos te lo esperas te da una lección de algo. La última que he recibido ha corrido a cargo de mi primo Manuel, de 15 años. Primero por demostrarme que las generaciones del 2000 en adelante no están del todo perdidas, sino que aún hay esperanza, cosas que rescatar. Segundo, por mostrarme la viva prueba de una realidad de la que aún hoy la mayoría no se da cuenta: la diversión, cuando se trata de conducir, no está en la velocidad, sino en ir al filo de la catástrofe sin que el segundero o el velocímetro tengan relevancia alguna.

Enseguida me explico, dejadme empezar  -orgullo de primo-  por el protagonista de la historia: Manuel es un niño que aunque tiene las consolas de rigor y artilugios enchufables varios, su infancia ha sido más bien a la antigua usanza: Lego, las típicas maquetas de metal de máquinas y camiones de construcción, bicicleta y balón... Digamos que le llama más salir a pelearse con la vida y tirar de Mercromina que la comodidad del sofá y el FIFA. Es verdad que el no vivir en una gran ciudad le da una serie de posibilidades que otros niños no tienen, pero no menos cierto es que si las tuvieran, seguramente no las aprovecharían.

El caso es que uno de sus últimos proyectos terminados  -los niños, como el temor al fracaso les es tan ajeno, empiezan lo que sea-  es una especie de triciclo de drifting. En una maniobra de reciclaje que enorgullecería al presidente de Ecoembes, partió una vieja bicicleta a la mitad, le soldó a la parte delantera una pequeña base triangular y le puso dos ruedas de carretilla o vete tú a saber qué en los extremos. No dejaría de ser un triciclo casero más si no fuera porque cada rueda trasera va metida en un trozo de tubo de PVC de casi idéntica sección, encajados. Dado el casi inexistente coeficiente de rozamiento que hay entre el plástico y el asfalto, os podéis imaginar el asunto: en cuanto pasas de 15 km/h y haces un giro, eso se mueve de atrás que da miedo.



Pues en esas me vi como tres horas la mañana del sábado, tirándonos una y otra vez por una cuesta en la que pusimos unas piedras para hacer zigzag y acabar en la horquilla de un cruce que ya quisiera para sí el Rally de Alemania. A velocidades ridículas, nos sentíamos pilotos de rallies con esos derrapes espectaculares y aquella horquilla gloriosa en la que, si entrabas a medio kilómetro por hora de más, hacías un trompo. Eso sí, cuando le cogimos el truco, parecíamos Gilles Panizzi a cámara lenta. Cuando el exceso de entusiasmo nos llevaba a golpear un borde y sacar parcialmente un tubo de la rueda  -hasta en eso había pensado, el bandido-  quitábamos un pasador, colocábamos el tubo y, con una pequeña bomba de hinchar estratégicamente colocada en los bajos  -eso ya me pareció el cúlmen de una obra brillante-  hinchabamos la rueda para dejarla bien fija dentro del tubo y a funcionar. Lo dicho: que me lo pasé yo bastante mejor que él, que debió de acabar hasta el gorro de mí.

Y fue ya luego, paladeando los últimos momentos con ese artilugio, cuando llegué a la conclusión que motiva esta entrada: "claro, por eso va a ser", me dije . "Por eso un Golf mk 1 es y será siempre más divertido que un Golf 7 o un Golf 27. Por eso te lo puedes pasar tan bien en un Saxo de 65 CV y otra veces conducir un barco de 250 CV es como pasarte la tarde atiborrado de sedantes. Por eso cuando la Subaru de turno saca un coche divertido, 200  se divierten llamándolo cepo y 20 se divierten conduciéndolo, indiferentes. Porque son coches que te permiten ir haciendo equilibrismo sin necesidad de llamarte Lucas Ordoñez o Sébastien Loeb, en cada curva, sin jugártela a cara o cruz".

Porque cuando vas tirándote por una cuesta, con tus veintipico años sonriendo como un perro viejo, en un triciclo hecho por un ingeniero que el lunes tiene cole, los que te miran pensando "donde irá este gilipollas" no caben en esa burbuja de felicidad en la que vas metido.


Venga, toma pan y moja

Contenido extra

Manuel, a petición del respetable, nos hace llegar más material acerca de su triciclo de drift, como esta foto a mitad del proceso de creación, donde se ven detalles como el asiento, que es la hoja de una pala que posteriormente se recubrió de espuma, la doble rueda trasera  -solución que finalmente desechó-  , la posición del manillar, invertida respecto a como estaría en una bicicleta al uso, o las estriberas para los pies. Sólo le falta un motor para convertirse en el aparato definitivo.








3 comentarios :

  1. Flipo con la pala, un 10 !!! Jajajaja

    ResponderEliminar
  2. Ahora, al estar recubierto de espuma (trabajo fino) lo que menos piensa uno es que va sobre una pala. Y es casi el menor de los detalles: ruedas muy fáciles de sacar por si hay problemas con el tubo,mil detalles pintados buscando el contraste, la bomba de hinchar, la postura perfecta, el freno que finalmente puso...

    ResponderEliminar