PRUEBA: OPEL VECTRA 2.2 DTI


En principio, no es este un coche que se preste especialmente a salir aquí. No por ninguna manía particular, sino porque debido a su naturaleza carece de casi todo componente emocional: es una berlina “para padres”, propulsada por un motor diésel bastante convencional y sin atisbo alguno de deportividad, se mire por donde se mire.

Sin embargo, por esa absurda manía mía de querer conducir toda cosa con ruedas  -salvo los monociclos, con esos no puedo-  he sido incapaz de evitar hacer esta modesta prueba al Opel Vectra 2.2 DTI del año 2003, que he podido conducir durante un viaje de unos 400 kilómetros, y rendir de paso homenaje a un modelo de renombre pero ya descatalogado. ¿Qué os parece si comenzamos por repasar sus inicios?

Una berlina alemana… asequible

En 1988, mientras “Perico” Delgado ganaba el Tour y los yankees rodaban Rambo III, Opel sacó el Vectra, relevo del veterano Ascona. Conocido como Cavalier en el el Reino Unido  -ya sabéis que nuestra Opel allí se llama Vauxhall-  se produjo en versiones sedán y liftback, o dicho en lenguaje fácil, con culo largo y culo corto. ¿Recordáis aquel Opel Calibra tan llamativo? Pues es a grandes rasgos una versión coupé del Vectra. 

Lo motorizaban tres diésel 1.7 con potencias típicas de la época  -atmosféricos de 57 y 60 CV y un turbo de 82-  y varios gasolina con cilindradas de 1.4, 1.6, 1.8, 2.0 y un 2.5 V6, con muchas potencias diferentes comprendidas entre los 71 y los 204 CV, estos últimos pertenecientes al 2.0 turbo. Algunas versiones podían ser de tracción total.

En el ’95 llegó su segunda generación, con un diseño más agresivo y armonioso que aún hoy puede considerarse –o eso pienso yo-  bonito. Apareció por primera vez la carrocería familiar, se simplificó la gama de motores de gasolina y crecieron las opciones diésel  -la dieselización europea ya estaba en marcha facilitada por la normativa Euro 2-  mientras que en gasolina desaparecía el salvaje motor turbo de la anterior generación, quedándose el V6 de 170 CV como punta de lanza. El modelo destacó por poder equipar elementos por aquel entonces reservados para la élite  -faros de xenón o navegador-  y por una conducción bastante ágil y satisfactoria.

No fue hasta 2002 cuando apareció la última generación, que probamos hoy, con las tres mismas carrocerías del modelo anterior más un derivado conocido como Signum: una suerte de “familiosedán” con el que Opel quiso acercarse a las berlinas “premium”, aunque su éxito no fue el esperado. El modelo se despidió en 2008 tras un último lavado de cara en 2005. Su sustituto, el notable Insignia. Quedará para el recuerdo la bonita estampa del Vectra OPC, su versión más prestacional.


El Vectra de cerca

Pese a haberse dejado de producir, el Vectra aún conserva una estampa relativamente moderna, y los pertenecientes al último restyling casi pasarían por nuevos. Comparte plataforma con el también extinto Saab 9-3 y el Cadillac BLS, poco visto por estos lares.

Para ser un coche poco juvenil, llama la atención su aspecto más bien desenfadado, con esas amplias ópticas delanteras curvadas hacia atrás y ese listón plateado que acoge en el centro el rayo de Opel. En la vista lateral destaca la línea de la cintura ascendente y la superficie acristalada, que no es demasiada. Quizá desde cierto ángulo la caída de la luna trasera parece como si no encajase demasiado con esa tapa del maletero tan recta, al menos esa impresión tuve a veces. 


Mirándolo desde atrás me da la sensación de que aún conserva mucho atractivo, especialmente en las versiones deportivas que incorporan unos faros traseros oscurecidos, aunque quien se lleva el protagonismo en la zaga es la tercera luz de freno, integrada en el portón  -en ese discreto saliente en que termina el portón-  y la banda cromada que une los faros. También llama la atención que un coche de estas características lleve embellecedores en lugar de unas más vistosas llantas. Es algo que suele estar reservado a coches de segmentos inferiores.

El motor del Vectra que protagoniza estas líneas es un turbodiésel de 2.2 litros que de 125 CV. Por debajo tiene dos bloques de 1.900 y 2.000cc. con potencias comprendidas entre los 100 y los 150 CV, y la guinda la pone un tres litros de 184 CV. Los 1.9 son los reconocidos CDTI/JTD desarrollados por Fiat y GM.


En gasolina, nada menos que seis cilindradas: 1.6 de 100 CV, 1.8 de 122 y 140, 2.0 turbo con 175 CV y el 2.2 de 150CV. Las más potentes corresponden a los 3.2 y 2.8, este último pudiendo erogar 280 CV.

Impresiones del interior

Con el Vectra me ha pasado una cosa algo rara y que creo que se debe a algo personal. La primera impresión que me dio el interior fue más bien pobre. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo y comencé a toquetear cosas, aprecié unos materiales en general agradables al tacto y unos buenos ajustes  -aunque hay berlinas de su época mejores-  , lo cual me descolocó un poco.


Quizá se deba a que el diseño no es de mi agrado  -ya me ha pasado en algún otro Opel-  y a que los materiales sí no atraen la mirada. O puede que sea su diseño sencillo y sin estridencia alguna, todo lo contrario a lo que se estila ahora en la marca, como vimos en la prueba del Astra. Será cuestión de gustos, supongo.

Destaca la pantalla central, en la que se recogen los datos del sistema de audio y del climatizador, amén de la hora y demás... Es monocroma y de fácil lectura, aunque esté un hundida en el salpicadero. Inmediatamente debajo, el sistema de audio ocupa un volumen considerable, que no parece estar bien aprovechado considerando el moderado número de botones que tiene. Debajo del climatizador hay un hueco útil con tapa

Dejando de lado el salpicadero, una vez dentro la sensación de espacio es grande y no se debe a ningún truco de diseño, sino a que efectivamente lo hay. Los asientos son correctos, sujetan adecuadamente el cuerpo y tienen un mullido confortable. Si todos los coches hubieran de llevar los mismos sillones por defecto, estos serían candidatos.

Detrás el espacio también es más que adecuado, tanto en altura como en anchura. No habrá problemas con la cabeza en personas de hasta casi 1.85 y tres personas detrás no parecerán sardinas en lata. Destaca negativamente la ausencia de reposacabezas para el pasajero central. Ni siquiera lleva uno de esos pequeñitos que en ocasiones se ponen a la remanguillé, para salir del paso.

El maletero de 500 litros es una garantía a la hora de afrontar viajes largos, siendo de los mayores de su categoría  -siempre hablando de sus rivales coetáneos- . La boca queda un poco alta y puede hacer que meter ciertas cosas pesadas no sea lo más cómodo del mundo, pero por otro lado es bastante grande, así que una cosa compensa la otra. Lo forma es bastante regular, lo cual siempre es beneficioso para quién acostumbre a llenar el maletero.

Equipamiento de serie

La relación equipamiento/precio del Vectra era francamente buena. Este mismo modelo, con el motor 2.2 diésel de 125 CV, cambio automático y acabado comfort  -el nivel intermedio-  salía por unos 26.000€, contando con seis airbags, climatizador de doble zona, ABS, control de tracción, ESPplus  -una suerte de ESP mejorado de Opel-  , volante multifunción...  Pocas son las cosas que se echan en falta, aunque se pueden citar algunas, como las luces antinieblas, el ya citado reposacabezas central o unas llantas normales y corrientes  -en lugar de tapacubos-  , tres elementos con los que me parece absurdo que regateen tanto Opel como otros fabricantes. Especialmente en el caso de los dos primeros, que suponen un coste insignificante y restan puntos a la marca en caso de omitirlos.

Haremos una pausa aquí, antes de arrancarlo a ver cómo se desenvuelve. Hemos visto que es un coche bastante racional, que cumple bastante bien en todos los aspectos. Veremos si sigue igual de bien en la segunda parte...

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