PRUEBA: 1991 LAND ROVER DEFENDER 90 TDI (parte 2)



Ya estamos otra vez aquí con el Land Rover  -Gran Roble, como dice su propietario-  Defender, en una segunda parte que se presume aún mas interesante que la primera.

Lo habíamos dejado describiendo su simplicidad y pragmatismo, origen de su gran fiabilidad pero también de su total ausencia de las comodidades a las que estamos acostumbrados. Tampoco nos olvidamos de su diseño, muy personal y prácticamente inalterado a lo largo de toda su vida comercial. Ahora vamos a ver que tal se desenvuelve…

Motor y prestaciones


El Defender lleva un motor 2.5 tdi de 4 cilindros que ofrece 107 cv a 3900rpm. No es exactamente el mismo que equiparon Discovery y Range Rover, este es un poco menos potente pero con una curva de potencia más plana. No es rápido, pero es potente. Ayudado por una caja de cambios  -de palanca larga y movimientos imprecisos-  de 5 relaciones muy cortas y bien escalonadas, tiene muchísimo empuje en torno a las 2000 rpm, da gusto verle subir duras cuestas en tercera. Al pasar de 3.000 rpm el motor ya no da lo mejor de sí y no tiene mucho sentido ir más allá. El turbo  -Garret T25-  sopla con fuerza desde bien abajo y ayuda al motor a mover las 2 toneladas de peso del Defender con relativa soltura. Alcanza, según cifras oficiales, 130 km/h, y su consumo ronda los 13 litros/100km.



Su fiabilidad está fuera de toda duda, y es raro encontrar un modelo que no sobrepase los 300.000km. Como prueba, este Land Rover tiene casi un cuarto de millón de kilómetros, un 75% de ellos realizados por monte  -velocidad baja y mala refrigeración, continuos cambios de ritmo…-  y está prácticamente como el primer día.
Su tracción es total permanente, con bloqueo al diferencial central y reductoras. Estas tienen la relación de desmultiplicación perfecta para moverse por terrenos abruptos. 


Incómodo en carretera…



No es fácil hacerse a los mandos del Defender. La holgura e imprecisión de la dirección obligan a corregir la trayectoria casi continuamente, las suspensiones, muy efectivas fuera del asfalto pero incómodas dentro de él, permiten balanceos y oscilaciones a las que hay que acostumbrarse para cogerle el punto. 
A partir de cierta velocidad, el Land Rover parece comenzar a desintegrarse. No obstante, no es más incómodo que un Suzuki SJ430, un Niva o un Patrol de los viejos. Son coches toscos, que aíslan poco y carecen de todo confort. Si además montan ruedas de campo, se agravan aún más estos defectos.


Es bastante fácil alcanzar  -y sobrepasar-  el límite de adherencia. Cuando esto ocurre, tiene un comportamiento bastante neutro con ligera tendencia al subviraje. Como esto suele ocurrir a una velocidad relativamente baja, levantando el pie del acelerador es fácil corregir cualquier exceso.

Los frenos, de discos ventilados delante y macizos detrás, me han parecido mejorables, aunque el pedal podría tener mucho que ver ya que hay que emplearse a fondo con él para alcanzar la máxima capacidad de frenado. Además, en este Defender estaban ligeramente descompensados y la pinza delantera izquierda frenaba sensiblemente mas que su homónima derecha.


…pero imbatible fuera de ella


Todos los inconvenientes que presenta sobre buen pavimento se convierten en bondades cuando nos movemos por pistas forestales. Los ejes rígidos, en cooperación con los largos recorridos de suspensión, se tragan todo lo que les eches y la capacidad de tracción es sencillamente genial. En pistas rápidas no se siente en el habitáculo la buena absorción que en realidad sí tiene, pues rebota mucho. En caminos lentos, cualquier zona trialera es superada sin esfuerzo y la gran altura libre da mucha confianza.

Y es que esa confianza que transmite el Defender es una cualidad que no se encuentra en otros todo terreno. Da la sensación de ser irrompible, de que puedes sobrepasar los angulos de ataque, salida y ventral sin miedo a dañar nada. Vadear ríos, subir y bajar terraplenes… parece más un tractor pequeño que un 4x4. Sin preparación alguna, es muy difícil quedarte atrapado en alguna zona complicada, y a menudo el límite lo alcanza antes el conductor que el propio Defender.


El Land Rover en el mercado

El Defender es un coche caro, al menos desde muchos de los puntos de vista. Es difícil justificar el precio si características como robustez, durabilidad  y capacidad no son absolutamente primordiales. Nuevo, cuesta unos 26.000 €, casi 5 kilos por un coche que dista de ser el más cómodo y que apenas si trae aire acondicionado y dirección asistida. Solo quien necesita una infalible herramienta de trabajo es capaz de apreciar todo lo que ofrece en realidad.

En el mercado de ocasión, es tal el valor del Defender que, a partir de unos 8-10 años, apenas pierde valor independientemente de los años o incluso los kilómetros. El potencial cliente sabe que la fiabilidad no será nunca un problema y que el Defender le responderá en cualquier circunstancia.


*CONTENIDO EXTRA*

De este coche sé tantas anécdotas  -pertenece a un familiar-  que no puedo dejar pasar la oportunidad de contar algunas, además ayudarán a comprender los rocambolescos usos que se le han dado a esta gran máquina. Cosas como ir a toda prisa por la peor pista forestal que os podáis imaginar, subir un puerto de montaña con tanta nieve que se acumulaba frente al capó como si fuera una quitanieves, o arrancar un tractor  -de los grandes-  sin batería atándolo con una cadena al Defender y tirando este de él ¡cuesta arriba!... ilustran bastante lo exigido que ha estado y lo bien que se ha portado  -y lo que le queda, al pobre- .

Una foto casera. En vivo impresionaba aún más

En materia de seguridad  -ya dijimos que su equipamiento es testimonial-  pero mientras choquemos contra algo de menor masa, tenemos bastantes posibilidades de salir indemnes. Así le ocurrió a este coche, que en un despiste impactó por detrás contra un Ford Fiesta de quinta generación que quedó siniestro total, mientras que en el Defender apenas sí se dobló la durísima defensa de acero  -hábilmente soldada en casa, nada de taller-  y algún rasguño más de escasa importancia. Afortunadamente nunca ha sufrido impactos contra objetos inamovibles, pues en ese caso los ocupantes sí podrían salir muy malparados.

En lo relativo a la fiabilidad, este Defender ha hecho honor a su fama. Dos amortiguadores rotos  -extraño que no hayan sido más…-  , cambio de alguna cruceta por puro desgaste y el embrague a pocos kilómetros del estreno. Eso es todo lo que se refleja en su historial de averías tras 250.000 kilómetros. Yo desde luego lo firmaría si pudiera al comprarme un coche nuevo.


Para terminar, algo que habla mucho y bien de lo buen 4x4 que resulta el Defender, es el cariño y devoción que le tiene su dueño. Cariño de verdad, no del que pueda tener cualquier usuario con “marquitis”. De hecho, me acompañó durante la prueba y en un momento dado me preguntó que cuanto costaría restaurarlo entero, pregunta que aunque no le supe responder, sí le sugerí que quizá sería mejor opción hacerse con uno moderno o en mejor estado. Su respuesta no pudo ser más clara: “no, no. Que va. Tiene que ser este”


Muchas gracias a Quique, afortunado propietario, por prestarse tan amablemente a hacer esta prueba.






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