PRUEBA: MAZDA MX-5 2015 (Parte 1)


Estos días me he dado cuenta de que, tan bonito como estar enamorado, es descubrir que aún quedan cosas de las que enamorarse. Te das cuenta de que, por más que el mundo se empeñe en lo contrario, nunca hay que perder la esperanza. De eso va al fin y al cabo esta prueba, con el brillantísimo Mazda MX-5 como hilo conductor. Ahí es nada.

Si realmente te gustan los coches, el MX-5, como ya hiciera el GT86  -imposible no mencionarlo en esta prueba-  te envenena. Y si, como en mi caso, estás demasiado acostumbrado a los coches normales, pone tu mundo boca abajo y lo sacude pero bien, esgrimiendo argumentos tan sencillos como irrebatibles para dejarte prendado. Pero tranquilos, que también traigo buenas noticias: no todos los sueños son caros.

Mi historia con el MX-5 empezó una gélida mañana en la que me dirigí a Hiro Motor, concesionario de Mazda en Asturias que ya conocía por habeme cedido anteriormente la unidad de la prueba del Mazda 3. Allí Nacho, quizá comprensivo con mi nerviosismo, no me hizo esperar y tras las tres o cuatro explicaciones de rigor puso la llave en mi mano.




A primera vista, descubro que es más bajo, más ancho y más pequeño de lo que parece en las fotos. Mide 3'91 metros de largo, 1'73 de largo y unos escasos 123 centímetros de altura. De hecho, es la más pequeña de todas la generaciones, lo cual ya es toda una declaración de intenciones en esta época en la que tenedemos a agrandamos todo. Para que os hagáis una idea más precisa del tamaño de su plataforma, tiene 2'31 metros entre ejes, una cifra algo menor de lo que se estila en el segmento B.

Desde mi punto de vista gana mucho respecto a la generación anterior, que ya había mejorado bastante la tradición pasada. Los Miata  -como se les conoce en USA-   siempre me han parecido de diseño un pelín "plano", casi inocente, que nunca ha transmitido lo que realmente es el coche. Ahora esto no sucede y lo mires desde donde lo mires, te dice lo que es: un deportivo cabreado.

Bajo el color soul red, que ya viene a ser a Mazda lo que el azul a Subaru, sus formas quedan realmente favorecidas. La mirada furiosa, con unas discretas luces diurnas en los "lagrimales", es el centro de atención en el morro, así como la notable toma de aire, mayor que en la generación previa. Respecto a esta, tiene rasgos más afilados y formas menos redondeadas, digamos que es un poco más "machote".




Las nervaduras del capó delimitan los prominentes pasos de rueda que, junto a los traseros, se erigen en verdaderos protagonistas de la vista lateral. La trasera también rompe bastante con la generación anterior: ahora es más elaborada y musculosa, con unas ópticas metidas en la chapa y un parachoques trasero integrado en el diseño. El remate es un doble escape discreto que juega al despiste y no anuncia el ruido  -en el mejor sentido de la palabra-  que hace.

Mención aparte merecen las llantas de ocho radios pintadas en un negro ligeramente brillante: sencillas, con un toque racing... y vienen a confirmar lo que últimamente vengo constantado: una llantas llamativas no pueden realzar un coche feo igual que unas discretas no ensombrecen un diseño bonito. Da la sensación de que sólo un coche con la personalidad del MX-5 podría lucir unas ruedas así, porque aunque visualmente las 17" del modelo 2.0 quizá quedan un pelín más redondas, las de 16" de este 1.5 le vienen como anillo al dedo.

Descapotado, tiene ese "algo"  -no se si llamarlo elegancia-  de los roadster de siempre. Con la capota puesta, el contraste del negro con el rojo de la carrocería no ayudan a ocultar lo especial que es el coche. Esto, que cuando lo contemplas a la puerta de casa es todo un disfrute, se puede volver molesto si, como en mi caso, te incomodan las miradas ajenas: sobretodo descapotado, la gente te mira, se dan la vuelta, los más osados te preguntan o te dicen "qué coche más chulo"...




Interior

Reprimiéndome las ganas de montarme saltando por encima de la puerta  -es dificil resistirse al cliché-  me subo. No soy torpe, pero la primera vez caigo al asiento con más fuera de la que esperaba: no estoy acostumbrado a sentarme tan abajo. Lo mismo pasa cuando me quiero bajar y está la acera, acabo haciendo algo de contorsionismo para salir de ahí con el orgullo intacto. Ahí queda la advertencia, hombres de mediana edad.

La cabina es pequeña, nada que ver con la que uno se encuentra en un compacto al uso y para mí tiene un único defecto nada desdeñable: la altura libre. Con mi metro ochenta de estatura, que no es nada del otro jueves, ya rozo con el pelo cuando me estiro o me incorporo un poco. Con 1'85 ya irás muy justo, y de ahí para arriba no se si me atrevo a recomendar el coche: mejor probarlo y juzgar porque el tema se pone peliagudo.



Si obviamos el tema de la altura, el habitáculo es como un traje a medida: encajo en él. Todo, absolutamente todo, está a mi alcance. Por ejemplo, si estiro el brazo, toco la otra puerta. Para manejar la pantalla táctil no me tengo que incorporar. No hay botón o función en todo el salpicadero que quede fuera de mi alcance. Habrá gente, no digo que no, que en una cabina así se sienta agobiada, quizá demasiado acostumbrada a que nos vendan tanto espacio no se si como símbolo de un determinado estatus o qué, porque la mayoría rara vez saca partido a todo ese espacio.

La cosa es que me siento envuelto, arropado y ahora viene lo mejor: la postura de conducción es brillante: por altura  -baja de verdad-  por lo estirado que vas, por dónde te queda el volante, por esa palanca de cambios que queda a nada del volante  -más sobre esto luego-  por los asientos... Es todo, porque Mazda no se ha dejado nada.

Las butacas, sin ser baquets, sujetan muy bien y son muy cómodas, en ningún momento me sentí cansado y llegué a conducir varias horas seguidas. Respecto al anterior MX-5 (NC), van 7 cm más retrasados, 1,5 cm más bajos y un poco más centrados, acercando al conductor al centro de gravedad. Son de cuero con pespuntes rojos, sencillos pero muy bonitos. La paret final de la banqueta, donde apoya la parte de atrás de las rodillas, se regula en inclinación, un detalle que ayuda mucho a sentirte sujeto o por el contrario, más "suelto".



En cuanto a la realización del interior, el Mazda transmite una impresión muy buena  -eso que llaman "calidad percibida"-  a pesar de su relativa sencillez. Entra por los ojos. Es verdad que conquista mucho más por cosas como el tamaño del volante, la posición de conducción o la ergonomía que por los materiales o un exquisito refinamiento. El salpicadero es de plástico agradable al tacto pero sin ningún acolchado; esto sólo lo encontramos en las puertas. Todas las piezas aparentan estar muy bien ensambladas y tener un ajuste muy bueno. No escuché crujidos y todo lo que toqué, botones incluídos, dan buena sensación, así que nada que objetar desde mi perspectiva.

No quiere decir que no tenga defectos por dentro  -porque los tiene-  , otra cosa es que te parezcan  o no una tontería. Por ejemplo la tapa del maletero no tiene ningún tapizado y al levantarse se ve la chapa desnuda, con sus agujerillos y demás. El accionamiento de la tapa de la guantera  -ubicada a media altura entre los dos asientos y no delante del copiloto-  es más práctico que refinado y el ajuste donde convergen la luna, el pilar A y el salpicadero no está resuelta de manera óptima. El espacio para el reposapiés también es algo justo y es probable que en una cabina así muchos se sientan oprimidos en el día a día.



Sobre el sistema multimedia, que en Mazda denominan MZD Connect, no hay demasiado que decir. Me gustó en general su funcionamiento, aunque como todo, lleva un periodo de aprendizaje. Los menús, salvo alguna función en particular como la de seleccionar una ruta, son bastante claros y sencillos. Se maneja bien tanto desde la pantalla táctil de 7 pulgadas como desde el joystick  -HMI Commander-  que hay junto al freno de mano. Un mando que, por cierto, pulse involuntariamente más de una vez al cambiar de marcha o posar un poco el brazo. Varias funciones básicas también se pueden controlar desde los botones desde el volante, que aunque son un poco complicados, no son nada intrusivos ni estropean la bonita simplicidad del  propio volante.Cerramos esta primera parte con el maletero, que con 130 litros no te va a ayudar con la mudanza ni a traer muebles de Ikea. Diría que caben dos maletas "tamaño Ryanair" y una mochila normalita, con suerte. Dentro del habitáculo hay un cómodo hueco bajo los mandos de la climatización para el móvil o la llave  -esta unidad incluía arranque sin llave- , además de la guantera entre los asientos  -cuya boca es del tamaño de medio folio y tiene cierta profundidad-  mas los dos huequitos de casi imposible acceso tras los asientos, donde caben un par de botellitas pequeñas de agua.Y ahora, si no os importa, intentaré dar con alguna carreterita más interesante por la preciosa Asturias...






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